JUEGO HEURÍSTICO: EL REY DEL SILENCIO

18.12.2014 00:00

              

Cuando hablamos de niños una de las primeras cosas que se nos viene a la mente es la ausencia de silencio. Cuántos padres y madres habremos oído echar en falta esas tardes “en paz”.

 

Qué diríais si os afirmo que yo he sentido ese silencio en aulas con casi 20 niños menores de 3 años? Por supuesto no se trata de un silencio sepulcral, pero sí sin llantos, gritos ni palabras descoordinadas. Solo sonido ambiental, sonidos de botes, cadenas y otros elementos chocando entre sí y contra el suelo, con propio ritmo y compás. No existen en el mercado CDs de música relax que consisten en lo mismo?

 

Pues eso es lo que puedes oir en una sesión de juego heurístico. Porque el verdadero juego y aprendizaje no se da en juegos dirigidos por nosotros, los adultos, ni con juguetes tan preparados de los que dispone nuestro mercado, sino que se presenta con objetos reales de la vida diaria.

 

Es ese juego espontáneo que realizan nuestros pequeños con los objetos que se encuentran a su paso el que debemos facilitarles, promoviéndolo bajo unas necesarias condiciones de higiene y seguridad que favorezcan el correcto desarrollo y aprendizaje del niño.

 

Solo necesitamos cambiar el chip, aprender a observar y empezar a seleccionar, a cuidar y a conservar objetos suficientes del entorno para poder presentárselos a los pequeños en nuestros momentos de juego juntos. No hace falta hablar, solo los objetos, el espacio y la libertad de actuar.

 

Y sé que muchos me dirán: “observar??, cómo y el qué??”

Pues no tengo otra respuesta más que abriendo mucho los ojos y deteniéndonos en los pequeños detalles.

A cuántos educadores habré oído decir que les aburre hacer juego heurístico en sus aulas porque los niños siempre  hacen lo mismo.  Quiero pensar que eso es porque estamos acostumbrados a ser los protagonistas y no dejarles hacer a ellos su propio juego y porque, a la hora de establecer los objetivos y los criterios a observar,  se hace desde un punto de vista muy amplio y no se observan las cosas más concretas que a largo plazo hacen cumplir esos objetivos.

 

El niño cambia de actividad todo el tiempo pero a veces a nuestros ojos de adulto les parecen las mismas acciones que se repiten. Parecidas pero no iguales. Los cambios llevan su tiempo y hablando de niños parece claro que son esos cambios los que ilusiona presenciar desde la visión adulta. Pues sabiendo esto detengámonos en el proceso que dura ese cambio y observemos todo lo que sucede dure lo que dure.

 

Para ello los educadores debemos plantearnos bajar el listón y plantear objetivos más sencillos, siendo el primero de ellos sencillamente OBSERVAR.

 

Y por qué no repetir las sesiones? Si en una no vimos nada que nos llamara la atención, que mejor que repetirlas en días y momentos diferentes para ver cuántas más reacciones diversas posibles.  Y si nos aburre presentar lo mismo otra vez siempre es bueno modificar lo que salió mal de la anterior, reflexionando así sobre nuestra propia actuación. Y porque no, modificar la estética con la que presentamos los materiales, desarrolla nuestra creatividad y por supuesto la de los pequeños. Poco a poco iremos  añadiendo materiales y con ello posibilidades de acción.

 

Así, observando cada movimiento, cada juego y cada gesto con mucho mimo, amor e imaginación, nos daremos cuenta de que son los propios niños los que nos dicen y nos dan pistas de hacia donde continuar en  su ardua tarea de aprender, es decir, de VIVIR. Y lo mejor de todo, sin necesidad de pasar aburridos días pensando a conciencia qué hacer en las jornadas posteriores.

Eva Velasco Rubio